jueves, 17 de marzo de 2011

GUERRA DE IV GENERACIÓN

La lucha por el control de las características más marcadas de este siglo, en el que el proceso de producción material pasa a estar sustentado por un proceso de producción masiva de ideología, que tiene como máximo objetivo transformar la dominación mediante la imposición, en una dominación pasiva basada en la alienación.
Luego del desvelamiento del verdadero rostro del capitalismo como un sistema basado en la explotación, las clases dominantes se vieron obligadas a redefinirse. Y es de esta redefinición que nace un nuevo contexto de dominación, que ha sido caracterizado como la “guerra de IV generación”, cuyo objetivo principal es la colonización de la mente humana, como principal es la colonización de la mente humana, como principal garantía para la perpetuación del sistema capitalista.
En este contexto, los medios de comunicación masivos (MCM) así como la industria cultural capitalista, representa la punta de lanza para el control fatal y definitivo de la sociedad, a través de la reducción de comportamiento humano a la inconsciencia.
Esta búsqueda de inconsciencia masiva, tiene como uno de sus objetivos desaparecer todo rastro identitario del ser, erradicando la conciencia de clase, y más que ello, haciéndola ver como un elemento de disgregación carente de todo sentido real.
En palabras de Ludovico Silva, como lo planteó en su análisis crítico de la televisión titulado El sueño insomne, los MCM representan el “Ingente refuerzo psicológico que era necesario emplear para contrarrestar la potencialidad revolucionaria de las fuerzas productivas”
Como pueblo no podemos dejar neutralizar nuestra cualidad revolucionaria siendo víctimas de esta forma de dominación, de la cual solo nos podremos liberar en la medida de que tengamos un acercamiento crítico al hecho comunicacional.

Daniela A. Rodríguez M.
Daniela@ecosdelmundo.com
Caracas
Extraído del Correo del Orinoco 14/03/2011 www.caminosocialista.blogspot.com

LO FEMENINO




“Los viejos Dioses han dejado de existir, no tenemos otros para reemplazarlos”. Esta manera de nombrar Durkeim los vacíos ideológicos de la modernidad, puede extenderse a los conceptos, valores, modelos, que interpretan la sociedad. Desconstruirlos y construirlos, es la exigencia. Intentemos con el modelo de mujer. Ante la sociedad tradicional los valores de la modernidad pasaron a ser orientadores de la acción de las élites femeninas. Asumiendo el modelo de racionalización cultural, se establecieron nuevos códigos para ordenar las complejas experiencias femeninas cotidianas.
Surge el concepto de género, el cual se determina fundamentalmente en la diferenciación con el sexo opuesto y las consecuencias sociales que genera, obviando diferencias étnicas o sociales. Pero, igualarse al hombre significó muchas veces, asumir valores que imponen la razón al sentimiento, en aras del “éxito” profesional o personal y la reafirmación social.
Algunos rasgos tradicionales como el atractivo sexual y el aspecto físico prevalecen. Al tiempo que el narcisismo, el individualismo y la competencia desplazan el cariño, la amistad y la solidaridad. En cierta manera, la mujer ha ido alejándose de una formación ético-poética, de hacedora de caminos de poesía, amor y creatividad, como las nombra la lengua de los waraos, quienes, para decir tierra, dicen madre, para decir madre dicen ternura para decir ternura dicen entrega.
Así lo expresa Vasilica Cotofleac: “El dilema de establecer en tiempos globales un modelo de mujer nos retrotrae al modelo de la mujer media sin nombre que trasiega con jarras, fuentes y ollas, unta la mantequilla y corta pedacitos de queso mientras su mente se pierde en ensueños”, mujeres sin ninguna prominencia social que no son heroínas nacionales, ni intelectuales, ni ministras, protagonizan el acontecimiento decisivo de la maternidad. Hecho que llena de sentido los abismos (…)” (VC 2000).
Esta cualidad existencial de lo femenino, se enriquece en los espacios de solidaridad que construyen mujeres-madres-padres-, líderes de las comunidades (sostienen el hogar y son jefes de familia en 11 de cada 20 hogares en situación de pobreza, según Cisfem). Allí se combinan racionalidad y sentimiento, encabezando proyectos organizativos para mejorar la calidad de sus entornos colectivos. Fortalecer su labor y enriquecer su imaginario, es una manera de enfrentar la alienación y la banalidad que tergiversa nuestra condición de seres humanos. Reinventar con ellas el lugar de la ternura, significa edificar la identidad femenina.
Chela Vargas
vargasch@cantv.net
Caracas
Extraído del Correo del Orinoco
www.caminosocialista.blogspot.com