lunes, 18 de octubre de 2010

MODAS CULTURALES (EL IMPERIO CONTRACULTURAL: DEL ROCK A LA POSTMODERNIDAD, LUIS BRITTO GARCÍA)

Esta es la era de Acuario.
Oh, acuario
Misterios y revelaciones
Y la verdadera liberación
Mental.
Rado y Ragni: Acuario

Iguales causas y mecánica que el resurgimiento de los cultos tiene el auge de las modas culturales, movimientos de opinión que logran un atractivo efímero al asegurar al ciudadano medio un papel individual trascendente dentro de un cosmos al cual se describe como organizado por inteligencias benévolas o esquemas mágicos fácilmente inteligibles. La mercancía que la moda cultural vende al público es la misma que la de la religión: un ilusorio sentimiento de seguridad al atribuirle un rol personal dentro de un universo antropomórfico, y el consiguiente optimismo sobre el destino de este universo, organizado por fuerzas superiores para la intelección y el uso humanos. Pero la moda cultural intenta separarse de la religión por un supuesto llamado a la inteligencia, a la razón, a la ciencia. En este sentido, no es más que la coartada de un pensamiento religioso o mágico que se avergüenza de reconocerse como tal en un entorno en donde el pensamiento científico de la modernidad es aceptado como determinante.
De allí que toda moda cultural busque poner de acuerdo simbologías antiguas con hechos científicos contemporáneos, prestándole a aquéllas el prestigio de éstos. Pauwels y Bergier intentan mezclar astrología y astrofísica; Chardian trata de conciliar creacionismo y darwinismo, en un esfuerzo por revertir las grandes revoluciones copernicanas, que han desmentido el mito de que el universo gira alrededor del hombre. La moda cultural quiere volver al antropocentrismo ingenuo del primitivo. En esta mezcla incompatible emplea, con mayor o menor habilidad, el sofisma, la especulación infundada y los argumentos emocionales de todo género, pero el elemento determinante en su expansión es el encanto expositivo del promotor. La endeblez del aparato conceptual tiene que ser reemplazada por el carisma de la figura central. El prestigio personal de un Gurdjieff, un Pauwels, un Bergier o un Chardin, importan más que sus ideologías.
Esos intentos de puesta al día del pensamiento religioso con una tendencia racional que empieza a preponderar, no son nuevos: se podría afirmar que son inevitables en cada renovación del intelecto humano. En el Medioevo, a la patrística, fundada en la autoridad literal de las escrituras y de los padres de la Iglesia, sucedió la escolásticas, dedicada a demostrar una supuesta compatibilidad entre revelación y lógica retórica, que forzaba los límites de ambas e inevitablemente dejaba zonas sin resolver. En épocas todavía más remotas, la Cábala significó un esfuerzo por relacionar la revolución del pensamiento matemático con la revelación de una comunidad patriarcal. La astrología intento conciliar los hallazgos de la observación astronómica con los más diversos panteones (chino, babilónico, hindú), y la alquimia, los nacientes pasos de la metalurgia con los remanentes del culto de las deidades grecorromanas. En todas las épocas de la humanidad ha existido el intento de salvar una religión moribunda mediante su matrimonio con una variedad del pensamiento racional naciente. Esta unión ha resultado indefectiblemente en la perversión de ambos: el pensamiento mágico ha perdido su fuerza estética, emocional, y su capacidad de impactar al subconsciente, del que ha emergido casi sin elaboración; mientras que la racionalidad es corrompida en un laberinto de errores lógicos y de analogías impropias. La moda cultural es el esfuerzo por sellar los misterios de la religión mediante el recurso de los misterios de la ciencia, para anular las intranquilidades y las incertidumbres que esta última, necesariamente, causa al extender sus fronteras.
De allí el carácter antihistórico, o ahistórico, que Eliade señala acertadamente en la moda cultural: ésta constituye una negación del devenir y un exorcismo futuro, mediante la conciliación forzada del presente y el pasado. Es, ciertamente, más fácil abarcar un destino inscrito en las 12 constelaciones zodiacales o en los 24 arcanos del Tarot o los 64 hexagramas del I-Ching, que otro apenas aproximadamente descrito en las inmensas cataratas de conocimiento que aporta el método científico. En este campo, las libertades lo son sólo de nombre y las audacias de boca: si Borges constató que la zoología fantástica era infinitamente más pobre que la de la naturaleza, cualquiera puede verificar que el reino de lo oculto es infinitamente más limitado que el de lo ya descubierto, y que recurrir a él más un confinamiento que una liberación.
La irracionalidad, como todo escape, es, en el fondo, una derrota. Al descubrirlo, las contraculturas buscaron la victoria mediante la rebelión.


www.caminosocialista.blogspot.com
caminosocialista@gmail.com

LA TELEVISIÓN DE VENEZUELA: (Tercera Entrega)

Ennio Di Marcantonio D.G. (enniodimarcantonio@yahoo.es)
Periodista - PNI – Músico
En los sesenta, la televisión venezolana se perfilaba como un negocio rentable en una Caracas donde ya se hablaba de 500.000 aparatos receptores, en una ciudad que apenas rozó el millón de habitantes en 1958, sin contar la llegada del medio a Valencia y Maracaibo a finales de los cincuenta.
Se anunciaba la democracia, y de Estados Unidos llega importado el Pacto de Punto Fijo, donde venezolanos negocian el reconocimiento internacional a la naciente democracia a cambio de la exclusión política, social y económica de otros venezolanos. La izquierda se va a la lucha estudiantil y armada para exigir su espacio en una democracia que, se suponía, combatiría la exclusión dejada por la dictadura.
A partir de los sesenta, la televisión venezolana no buscaba informar, entretener, ni educar. Ya el nuevo medio no era vocero de una dictadura abierta, sino reproductor de una falsa democracia, excluyente y bipartidista, y de una sola ideología, finamente camuflada en noticias pagadas por transnacionales que, a diferencia de la imposición dictatorial, camuflaban la explotación como información estimulante del conformismo.
El entretenimiento, la distracción, también fue víctima del adoctrinamiento capitalista. El teleteatro que presentaba las obras magistrales de nuestra literatura fue sustituido por un formato que convirtió la dramaturgia en una fábrica de sentimientos: La Telenovela. Primera promotora del el egoísmo, contrario a la generosidad venezolana: Los ricos estaban ahí por su esfuerzo, y los pobres debían conformarse con la injusticia del mundo. Si algún pobre surgía, era una excepción, no motivada por el trabajo, sino por parentesco, por amiguismo, o por venganza contra alguien que hizo daño.
La producción cinematográfica venezolana no alcanzaba ni para una programación regular, mientras que Estados Unidos invertía todo recurso para inundar a los países que ‘necesitaran’ de producción con su cine, no sin antes aportar un poco de chauvinismo y anticomunismo a sus historias.
¿Se dieron cuenta los legisladores y contralores de todo esto?, no se pierdan el próximo capítulo.