sábado, 19 de marzo de 2011

ARMAS IDEOLÓGICAS DEL CAPITALISMO (LA TELEVISIÓN)

La televisión, principal arma ideológica del capitalismo, atrapada por la dictadura del raiting, las cadenas monopólicas y la estética artificial farandulera. Las televisoras exponen perfectamente el concepto positivista dentro de su programación, dejándonos claro que el capitalismo (para ellos): es el final de la evolución histórica, el más alto nivel de desarrollo al cual puede llegar la sociedad. Cuya preservación del sistema abunda en la existencia del show, el despotismo, la competencia, el racismo miserable; son los ingredientes para el “entretenimiento” y lamentablemente no abundan las excepciones entorno a los aceptables show televisivos.
Las empresas productoras de imágenes imponen todos los valores característicos del burgués y utiliza los avances tecnológicos para invadir de estereotipos a los receptores. Observamos una producción con las condiciones de explotación y alienación salvajes, obviando la conciencia crítica.
Las cadenas televisivas son las principales productoras de la cultura de la dominación. El culto a la fragmentación, haciendo culto a lo externo.
Además, la permanencia de las guerras en el mundo es posible por la penetración de la televisión en los rincones más remotos del planeta tierra.
El estudio de la televisión y las televisoras es simultáneamente un estudio de la vida cotidiana, de las relaciones con los otros, el estado. En muchísimos lugares se gasta más en producción televisiva que en salud, educación, servicios públicos… por ejemplo.


Emilio Pino
www.caminosocialista.blogspot.com
caminosocialista@gmail.com

FRANCISCO MORAZÁN



El 13 de octubre de 1792, en Tegucigalpa, nació José Francisco Morazán Quesada. Fue fusilado en San José de Costa Rica, el 15 de septiembre de 1842, 18 días antes de cumplir sus 50 años y 21 años después de la declaración de independencia de Centroamericana.
Morazán había combatido por la Federación Centroamericana y contra los opositores a ésta: el partido Conservador. Las ideas liberales y unionistas atentaban contra el orden establecido. Cada comarca centroamericana era un feudo gobernado por el clero, la aristocracia terrateniente y los comerciantes ricos. Las grandes mayorías se debatían entre la servidumbre y la esclavitud. La España Negra, de la cruz y la espada, imperaba en Centroamérica como en ninguna otra ex colonia recientemente emancipada.
Morazán se había educado en las ideas liberales de la época. Accedió a la biblioteca de Dionisio de Herrera, hondureño de pensamiento progresista que lo introdujo en los textos de los enciclopedistas franceses, las ideas de los independentistas estadounidenses, el liberalismo español y la obra de Bartolomé de las Casas.
En más de 20 batallas, sus tropas lo habían visto combatir en primera fila. Morazán fue un estudioso del arte de la guerra, conocedor de tácticas y estrategias, pero también soldado de combate cuerpo a cuerpo. Su ejemplo infundía valor a los hombres de su ejército popular.
Fue conductor de pueblos y gobernantes de ideas liberales y democráticas. La aristocracia clerical y terrateniente centroamericana nunca le perdonaron el haber suprimido el diezmo, como tampoco el haber confiscado la tierra de la Iglesia, principal latifundista de la región. La oligarquía, con la ayuda de las potencias de turno, recuperaron espacio y desgarraron Centroamérica en cinco pequeños y débiles países. Su brazo ejecutor fue la ignorancia, la ambición y el fanatismo representado en la figura del guatemalteco Rafael Carrera.
“Mi amor a Centroamérica muere conmigo”, Escribió Morazán en su testamento pocas horas antes de ser fusilado. Dicen que después de la primera descarga del escuadrón de fusilamiento, Morazán, tendido en el suelo, levantó su cabeza y dijo: “Aún estoy vivo”. Dicen también que una segunda descarga terminó con su vida. Mas el pueblo centroamericano con su lucha parece desmentir la última versión. Con razón, dijo Pablo Neruda: Alta es la noche y Morazán vigila.

Fernando Bossi
fernandoramonbossi@hotmail.com
Caracas
Extraído del Correo del Orinoco