martes, 21 de junio de 2011

INTRODUCCIÓN AL PENSAMIENTO SOCIALISTA. El socialismo como ética revolucionaria y teoría de la rebelión. Escrito por NÉSTOR KOHAN



Fragmento N 32


Los verdaderos sistemas socialistas y comunistas, los sistemas de Saint- Simon, de Fourier, de Owen, etc., brotan en la primera fase embrionaria de las luchas entre el proletariado y la burguesía, tal como más arriba la dejamos esbozada.


Cierto es que los autores de estos sistemas penetran ya en el anta-gonismo de las clases y en la acción de los elementos disolventes que germinan en el seno de la propia sociedad gobernante. Pero no aciertan todavía a ver en el proletariado una acción histórica independiente, un movimiento político propio y peculiar.


Y como el antagonismo de clase se desarrolla siempre a la par con la industria, se encuentra con que les faltan las condiciones materiales para la emancipación del proletariado, y es en vano que se debatan por crearlas mediante una ciencia social y a fuerza de leyes sociales. Esos autores pretenden suplantar la acción social por su acción personal especulativa, las condiciones fantásticas que ellos mismos se forja, la gradual organización del proletariado como clase por una organización de la sociedad inventada a su antojo. Para ellos, el curso universal de la historia que ha de venir se cifra en la propaganda y práctica ejecución de sus planes sociales.


Es cierto que en esos planes tienen la conciencia de defender primordialmente los intereses de la clase trabajadora, pero solo porque la consideran la clase más sufrida. Es la única función en que existe para ellos el proletariado.


La forma embrionaria que todavía presenta la lucha de clases y las condiciones en que se desarrolla la vida de estos autores hace que se consideren ajenos a esa lucha de clases y como situados en un plano muy superior. Aspiran a mejorar las condiciones de vida de todos los individuos de la sociedad, incluso a mejorar acomodados. De aquí que no cesen de apelar a la sociedad entera sin distinción, cuando no se dirigen con preferencia a la propia clase gobernante. Abrigan la seguridad de que basta conocer su sistema para acatarlo como el plan más perfecto para la mejor de las sociedades posibles.


Por eso, rechazan todo lo que sea acción política, y muy principalmente la revolucionaria; quieren realizar sus aspiraciones por la vía pacífica e intentan abrir paso al nuevo evangelio social predicando con el ejemplo, por medio de pequeños experimentos que, naturalmente, les fallan siempre.


(…) Y, sin embargo, en estas obras socialistas y comunistas hay ya un principio de crítica, puesto que atacan las bases todas de la sociedad existente. Por eso, han contribuido notablemente a ilustrar la conciencia de la clase trabajadora. Mas, fuera de esto, sus doctrinas de carácter positivo acerca de la sociedad futura, las que predican, por ejemplo, que en ella se borrarán las diferencias entre la ciudad y el campo o las que proclaman la abolición de la familia, de la propiedad privada, del trabajo asalariado, el triunfo de la armonía social, la transformación del Estado en un simple organismo administrativo de la producción… giran todas en tomo a la desaparición de la lucha de clases, de esa lucha de clases que empieza a dibujarse y que ellos apenas si conocen en su primera e informe vaguedad. Por eso, todas sus doctrinas y aspiraciones tienen un carácter puramente utópico.


La importancia de este socialismo y comunismo crítico-utópico está razón inversa al desarrollo histórico de la sociedad. Al paso que la lucha de clases se define y acentúa, va perdiendo importancia práctica y sentido teórico esa fantástica posición de superioridad respecto a ella, esa fe fantástica en su suspensión (…)

Extraído del periódico Debate Socialista.
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LA INDIGNACIÓN CRECE EN ESPAÑA




Siempre sucede lo imprevisible. En la punta del iceberg una manifestación convocada el domingo 15 de mayo por la plataforma Democracia Real Ya y Juventud sin futuro, cuyo eslogan: “Sin trabajo, sin casa, sin miedo”, sintetiza el estado de ánimo de la generación nacida en los años 80 del siglo XX.


En España, desde el rescate a los bancos y la reforma laboral, el malestar crece y las manifestaciones se generalizan. Los motivos sobran. Unas veces es contra el recorte de las pensiones, el desempleo, el derecho a la vivienda, y otras contra la corrupción, la privatización de servicios públicos como el agua, la salud o los privilegios de la banca.


El salir a la calle enarbolando la bandera de la ¡democracia real ya! y pidiendo un futuro digno para la juventud no era excepcional. Estaba dentro de lo previsible. Una más entre otras. El resultado era pronosticable. Como de costumbre, sus convocantes serían tachados de “grupos sin proyección” y sus participantes, “marginales adscritos a los movimientos anti-sistema”. “Suma de comunistas, anticapitalistas, radicales, inconformistas e inadaptados”. Sin duda pasaría desapercibida. Los periódicos de tirada nacional dirían cuatro tópicos y asunto zanjado.


Pero en esta ocasión, algo salió mal. En Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla la convocatoria desbordó los cálculos. Concentró a decenas de miles de jóvenes y menos jóvenes. En la marcha confluyen mujeres y hombres de todas las edades pertenecientes a los distintos sectores de las clases populares. Profesionales, estudiantes, jóvenes en paro, trabajadores en precarios, jubilados y también inmigrantes.


Este movimiento, heterogéneo y lleno de propuestas, lucha por recuperar los espacios democráticos secuestrados por el mercado. Representa un sentir generalizado de malestar social, por ello ha logrado calar en amplios sectores de la sociedad. Por consiguiente, intentarán acallarlo, infiltrarlo o capitalizarlo. Sin embargo, sus impulsores tienen la cabeza bien puesta y los objetivos bien claros. ¡Democracia real ya con todas sus consecuencias! Una auténtica Revolución en España donde prima la mediocridad. Démosle la bienvenida, puede ser el germen de un nuevo tiempo. Pero también seamos prudentes. ¡ES hora de indignarnos!

Marcos Roitman R.
roitman@arrakis.es

Madrid / España