Esta es la era de Acuario.
Oh, acuario
Misterios y revelaciones
Y la verdadera liberación
Mental.
Rado y Ragni: Acuario
Iguales causas y mecánica que el resurgimiento de los cultos tiene el auge de las modas culturales, movimientos de opinión que logran un atractivo efímero al asegurar al ciudadano medio un papel individual trascendente dentro de un cosmos al cual se describe como organizado por inteligencias benévolas o esquemas mágicos fácilmente inteligibles. La mercancía que la moda cultural vende al público es la misma que la de la religión: un ilusorio sentimiento de seguridad al atribuirle un rol personal dentro de un universo antropomórfico, y el consiguiente optimismo sobre el destino de este universo, organizado por fuerzas superiores para la intelección y el uso humanos. Pero la moda cultural intenta separarse de la religión por un supuesto llamado a la inteligencia, a la razón, a la ciencia. En este sentido, no es más que la coartada de un pensamiento religioso o mágico que se avergüenza de reconocerse como tal en un entorno en donde el pensamiento científico de la modernidad es aceptado como determinante.
De allí que toda moda cultural busque poner de acuerdo simbologías antiguas con hechos científicos contemporáneos, prestándole a aquéllas el prestigio de éstos. Pauwels y Bergier intentan mezclar astrología y astrofísica; Chardian trata de conciliar creacionismo y darwinismo, en un esfuerzo por revertir las grandes revoluciones copernicanas, que han desmentido el mito de que el universo gira alrededor del hombre. La moda cultural quiere volver al antropocentrismo ingenuo del primitivo. En esta mezcla incompatible emplea, con mayor o menor habilidad, el sofisma, la especulación infundada y los argumentos emocionales de todo género, pero el elemento determinante en su expansión es el encanto expositivo del promotor. La endeblez del aparato conceptual tiene que ser reemplazada por el carisma de la figura central. El prestigio personal de un Gurdjieff, un Pauwels, un Bergier o un Chardin, importan más que sus ideologías.
Esos intentos de puesta al día del pensamiento religioso con una tendencia racional que empieza a preponderar, no son nuevos: se podría afirmar que son inevitables en cada renovación del intelecto humano. En el Medioevo, a la patrística, fundada en la autoridad literal de las escrituras y de los padres de la Iglesia, sucedió la escolásticas, dedicada a demostrar una supuesta compatibilidad entre revelación y lógica retórica, que forzaba los límites de ambas e inevitablemente dejaba zonas sin resolver. En épocas todavía más remotas, la Cábala significó un esfuerzo por relacionar la revolución del pensamiento matemático con la revelación de una comunidad patriarcal. La astrología intento conciliar los hallazgos de la observación astronómica con los más diversos panteones (chino, babilónico, hindú), y la alquimia, los nacientes pasos de la metalurgia con los remanentes del culto de las deidades grecorromanas. En todas las épocas de la humanidad ha existido el intento de salvar una religión moribunda mediante su matrimonio con una variedad del pensamiento racional naciente. Esta unión ha resultado indefectiblemente en la perversión de ambos: el pensamiento mágico ha perdido su fuerza estética, emocional, y su capacidad de impactar al subconsciente, del que ha emergido casi sin elaboración; mientras que la racionalidad es corrompida en un laberinto de errores lógicos y de analogías impropias. La moda cultural es el esfuerzo por sellar los misterios de la religión mediante el recurso de los misterios de la ciencia, para anular las intranquilidades y las incertidumbres que esta última, necesariamente, causa al extender sus fronteras.
De allí el carácter antihistórico, o ahistórico, que Eliade señala acertadamente en la moda cultural: ésta constituye una negación del devenir y un exorcismo futuro, mediante la conciliación forzada del presente y el pasado. Es, ciertamente, más fácil abarcar un destino inscrito en las 12 constelaciones zodiacales o en los 24 arcanos del Tarot o los 64 hexagramas del I-Ching, que otro apenas aproximadamente descrito en las inmensas cataratas de conocimiento que aporta el método científico. En este campo, las libertades lo son sólo de nombre y las audacias de boca: si Borges constató que la zoología fantástica era infinitamente más pobre que la de la naturaleza, cualquiera puede verificar que el reino de lo oculto es infinitamente más limitado que el de lo ya descubierto, y que recurrir a él más un confinamiento que una liberación.
La irracionalidad, como todo escape, es, en el fondo, una derrota. Al descubrirlo, las contraculturas buscaron la victoria mediante la rebelión.
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